“En tiempos
coloniales, Palenque, fue el santuario de libertad que escondía, selva adentro,
a los esclavos negros fugitivos de Cartagena de Indias y de las plantaciones de
las costas Colombianas. Pasaron los años, los siglos. Palenque sobrevivió. Los
Palenqueros siguen creyendo que la tierra, su tierra, es un cuerpo, hecho de
montes, selvas, aires, gente, que por los arboles respira y llora por los
arroyos, y también siguen creyendo que en el paraíso reciben recompensa, los
que han disfrutado de la vida , y en el infierno reciben castigo los que han
desobedecido la orden divina: en el infierno arden, condenados al fuego eterno,
las mujeres frías y los hombres fríos, que han desobedecido las sagradas voces
que mandan a vivir gozando con alegría y pasión…” de PATAS ARRIBA (Eduardo
Galeano)
Cruce la
frontera con los soles que me quedaba, he ingrese al ecuador comiendo naranjas
con esas monedas. Me quedaban 10 dólares en la mochila y los consejos de otros
ciclocolifatos, de que en Ecuador, estaba todo bien para parar en la estaciones
de bomberos. Con el último esfuerzo llegue hasta un pueblo llamado “Arenillas”
, un pueblito chiquito y caluroso, lleno de militares que me miraban…bue,
ustedes saben cómo je.
Me llegue
hasta el cuartel, donde uno de sus encargados, muy amablemente, me ofreció el salón
de convenciones del edificio de dos pisos. Ahí me acomode, invertí lo que tenía
en verduras, queso, pan, para hacer unos sándwich, salir y vender. Mientras
chateando con mi Waiky
(hermana/o, como se dice por estos lados a los que viajan) la juli co (Julieta
Coeli) me decía que ella, junto con su familia, me mandaban un salvavidas, mil
gracias!

Descanse de
los 75 km, vendí sanguche,
mientras recorría entre sus casas de maderas de diseños cúbicos, mezcladas con
motivos de la zona y colores suaves contrastados con tonos fuertes de rosas,
amarillos y turquesas, o mientras recibía monedas de 0,50 de dólar, con tres
veces el tamaño del peso argentino. Conocí una señora, Marcia, que me levanto
el ánimo, me regalo un par de cositas útiles y antes de irme me dijo que no me
preocupara de nada, que en todos lados había gente buena.
Me fui de
Arenillas con llovizna, que se intensifico rumbo a Machala, hasta quedar
empapado. Llegue a la ciudad del banano, pensando que era más chica, busque
otra estación de bomberos, y después de ir por mil lados, la encontré. De ahí
me derivaron a otra. Hice sanguches de vuelta para juntar algo de plata y
seguir, porque no me gustaba mucho la ciudad y lamentablemente había mucho
sonido a delincuencia en las calles.
Pero antes
de irme, la magia del viaje me regalo lo suyo. En el cuartel los bomberos no me
daban ni la hora, pero en un momento alguien pregunto algo, y otro también, y
así entre risas nos conocimos. Me contaron las mil historias, de cómo a veces
no pasa nada y cuando pasa, el esfuerzo puede ser increíble. Nos tomamos unas
fotos con algunos de ellos: Víctor Vásquez, Julio Cesar Terillo, Francisco
Guzmán y de los que no tengo sus nombres, allá van las gracias! Con Víctor,
incluso una noche, me vino a buscar en el auto, para llevarme a conocer Puerto
Bolívar, desde donde se exporta el banano Ecuatoriano para todo el resto del
mundo y a comer ricos manjares de esa zona: Cache frita (como una especie de
trucha) con menestra de frijol y ostras con salsa criolla y limón, ricasso!! En
el cuartel también me regalaron un presente que me acompaña y me recuerda de
esa buena gente.

Merche
hacia Cuenca por un lugar llamado “pasaje” y de ahí empezar a trepar a la
ciudad. Muy húmedo todo, como Coroico en Bolivia. el verde resbalaba por los
cerros y florecía en el bordo de los frutos del cacao y el amarillo de los
puestos de banas del camino (en realidad acá, a la banana se la llama guineo
maduro, del cual hay variedades: orito, norte, morado, seda, filipino y otros.
Y esta el famoso plátano para cocinar, verde o maduro, cualquiera que sea, hay
para todos los gustos y ellos lo usan en todo)
De la
provincia de “el oro” pase a la provincia del “Azuay” . a la tardecita, luego
de pasar solo caseríos, le pregunte a un hombre para seguir, me dijo que no era
recomendable, a eso le
pregunte, que si me dejaba armar la carpa por ahí, me dio una casa que tenia de
deposito, guineo oritos, arroz con estofado, huevo y aguacate (palta). Gracias
a Jacinto Narváez y su flia! La noche llego, las nubes se fueron y 100 grillos
me dijeron: a dormir.

Me levante
temprano, me despedí de la familia, luego de un buen desayuno de regalo. Empecé
a subir de vuelta, pero sentía re pesada la bicicleta. Tenía que hacerme una
parrilla delantera para equipaje y así distribuir el peso, sino cada vez
costaría más. Seguí hasta una parte desértica (comparada con la anterior) con
mucho sol. Un dedo, me llevo hasta Santa Isabel, un poblado a unos 20 km. Pedalee
luego del mediodía, unos 12 km más, pero entre lluvia y frenadas, se empezó
hacer tarde e intente un dedo mas. Me recogió Gonzalo Solórzano, que me llevo a
Cuenca contándome de la guerra por el territorio, entre Ecuador y Perú, mientras
nos adentrábamos a las sierras, esas hermosas sierras. Gonzalo y su familia, me
llevaron a su casa y me dieron la bienvenida a esa ciudad.
Al otro día
arranque temprano, para ver de conseguir un lugar para estar y conseguir dinero
para ese lugar. Llegue hasta el costado de la catedral, saque los señaladores y
empecé a contar la historia del viaje. No solo la gente colaboraba, sino que
algunos hasta me ayudaban a vender, me invitaban a tomar café o se paraban muy
atentos a escuchar. Hasta una familia me levo a almorzar a un re lugar y a
pasear juntos con ellos para conocer. Washington y su familia, eran de Ibarra,
mas al norte, donde desde ya, me dijeron, tenes una casa.
Cuenca:
ciudad bonita, si las hay. Entre cerros despierta, una de las tantas ciudades
coloniales que bordean los andes. Inmersa en arquitectura de ladrillos y
piedra, limpita, tranquila y solidaria. Se deja rosar por sus ríos y mientras
su cerro, el Cajas, produce nubes y humedad constante. Sus habitantes son
amables y coloridos. Llena de arte y cultura de calle, grafitis, esténcils y
murales, adornan el caminar o dejan un pensamiento al pasar.
Un día
vendiendo trufas, con Nadia (Nadia, compañera de Stu, otros amigos del viaje)
conocí a José Ferro ,
argentino que vivía en Ecuador hace un par de años. Me dijo de su casa y que me
podía quedar allí un tiempo mientras me acomodaba. Gracias José.
También en
esos días llegaron, Gastón y Paula (los chicos con los que viví en Nazca) que
junto con Stu, Nadia, José, Andrés, y otros pintores de la calle, nos la pasábamos
de comilonas, como: asadito, choripanes y hasta hubo noches de canelones. Con
los chicos hace tiempo que nos cruzamos y la alegría brota al vernos, la magia
del viaje fluye y por unos días somos familia.
En eso, que
el cielo cambiaba y los días hacían lo suyo, se me cumplió un año en el ruedo,
en este baile y nadie me quita lo bailado.
Hasta las
próximas letras.
Santi de la luna
Hola Santiago. Recibe saludos de washington, Yady, Aaron y Sofi. Sigue así con tu energía conquistando kilometros de carretera. Y recuerda que en Ibarra tienes un lugar en donde descansar.
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